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Entrevista con Chuck Palahniuk: «Me gusta el porno como declaración política»

In Carne con moratones, Queer Conspiracy, Versus on 3 junio, 2010 at 11:13 am

Inspirado en un hecho real: una mujer, actriz porno para más datos, debe mantener relaciones sexuales con 251 tipos, aspirantes a pasar a la posteridad por participar en el rodaje del mayor número de orgasmos filmados de una sentada. Y lo hacen. El encuentro-orgía, recogido en el documental Sex: The Annabel Chong story (1999), sirvió de punto de partida a Chuck Palahniuk (Portland, Oregon, 1964) para escribir la historia de la novela Snuff, donde una reina del porno llamada Cassie Wright quiere terminar su carrera rompiendo el récord mundial y llegar a los 600 hombres. Palahniuk, invitado hoy en la Feria del Libro de Madrid, donde firmará de 12 a 14 horas (caseta FNAC) y 19 a 21 (Caseta de Casa del Libro), es en persona exactamente la mitad de lo que aparentaba en aquellas fotos de la época de El club de la lucha: vestido con Dockers caqui, camisa rosa y gafas de empollón, es como un nerd inquietante, alguien que puede llegar a dar más miedo con una mirada que toda una gang band al completo.

¿Cómo se toma la tarea de promoción, dejar su casa, deplazarse hasta España y encontrarse con los lectores en Madrid? Es la primera vez que visita la capital.

Es muy emocionante, es algo que me encanta. No te haces una idea de lo pobre que yo era de pequeño y de lo diferente que es esta vida con respecto a cualquier cosa que me hubiera imaginado. Esto es un sueño.

¿No le aburre?

No: conocer a gente nunca es aburrido. Y conocer una ciudad como Madrid es lo opuesto al aburrimiento: es hermosa, interesante.

¿Cómo llegó a la historia de Cassie Wright?

Un amigo me habló de un documental de Annabel Chong, la actriz porno que intentó establecer el récord mundial de actos sexuales. Esto me hizo pensar en si este tipo de películas es degradante para la actriz o, al contrario, le da mucha fuerza. Además quería reflejar todas las emociones no expresadas pero relacionadas con hacer una película así. Por ejemplo: Chong, pionera en este tipo de rodajes, era una persona con una necesidad desesperada de amor y afecto. Se quejaba, cuando hizo la película, de que la mayoría de los actores no eran capaces de rendir profesionalmente, o sea sexualmente: en realidad, la mayor parte sólo querían decirle cuánto la querían, su aprecio infinito como fans.

¿Algo parecido a lo que le ocurre a un escritor con sus seguidores?

Es curioso, pero en mi vida real hay algo que puede ser similar. Cuando voy a un feria o a un acto de firma de libros, siempre me encuentro con cientos de personas haciendo cola para que les firme un libro, lo que es un momento muy emotivo para ellos: todos tienen un montón de emociones guardadas que quieren soltar y que tienen que expresar en un instante, en el momento en que me ven, justo cuando les voy a firmar el libro. Entonces se produce una especie de explosión emocional. Y mantengo con ellos en este sentido una relación no sexual, pero semejante a la de Cassey con sus actores: una larga cola de personas a la espera de que ocurra el momento más emotivo. En muchos se produce esta especie de barullo emocional que hace que a veces reaccionen con enfado, con ira.

Es famoso por la documentación de sus novelas. ¿Cómo investigó para escribir Snuff?

Todos los personajes tienen un conocimiento profundo de algo determinado. Cassey lo sabe todo sobre cómo han muerto los actores famosos y las estrellas de Hollywood o cómo han sufrido como parte de su trabajo. Eso es porque ese conocimiento le sirve de apoyo para conseguir lo que quiere en la novela. Para hacerme con ese corpus de conocimiento hablé con todo el mundo que conozco en el mundo del cine y leí muchísimos libros. Otro ejemplo es Sheila, la ayudante de producción. Ella es muy negativa: nunca se refiera a hombres o actores, sino que utiliza términos peyorativos para referirse a la masturbación. Tuve que encontrar y buscar muchos términos dentro del jerga [de pela-plátanos a limpia-bombillas] para que ella los pudiera utilizar.

¿Es usted consumidor de porno?

Me encanta el porno pero no por las razones clásicas. El atractivo que tiene para mí es que parece que la gente hace lo que hace en las películas porno sin que les de ninguna vergüenza, sin remordimientos. En ese sentido, me atrae el porno como declaración política. Pero desde un punto de vista físico, el porno es un aburrimiento profundo. Siempre empieza, se desarrolla y acaba igual.

¿De alguna manera está usted utilizando el sexo, o sus mecanismos, para enganchar al lector?

No: lo mío está más cerca del asco visceral. La yuxtaposición del sexo, el comer y otros apetitos meramente carnales, en un único lugar, genera un incomodidad, algo que no gusta. Esto es lo que genera tensión y la tensión es transferida físicamente lector, que siente ese asco.

¿Hay en su libro una crítica la industria del porno?

No.

Pero sus descripciones dejan ver una industria mecánica, inhumana.

Es muy interesante cómo cada vez es más frecuente que contratemos a personas para que se expresen por nosotros, porque estamos perdiendo la habilidad de expresarnos. Y también estamos perdiendo la valentía para hacerlo. Por ejemplo: cuando compró una de esas tarjetas de felicitación o de celebración para alguien especial, de esas que dicen te quiero, te quiero, te quiero, lo hacemos porque no somos capaces de expresar estos sentimientos. O cuando compramos un disco donde hay una canción de amor para regalarlo: estamos siempre tratando de encontrar un sustituto, contratar a alguien o algo que exprese nuestros sentimientos en nuestro nombre. La pornografía es algo parecido: una forma, otra vez, de comprar, de contratar algo que exprese una emoción en lugar de hacerlo nosotros.

¿No lo ve como punta de lanza de un negocio que se forra con lo íntimo?

[Risas] No creo… [piensa mucho rato]. No creo que sea un problema creado por el capitalismo, sino más bien un problema resuelto por el capitalismo. Es decir, el capitalismo lo que ha hecho es resolver ese miedo a la intimidad, no generarlo. ¿Cómo? Dándole al individuo la opción de llegar a una especie de falsa intimidad.

Un mal chiste leído en su libro: para que una mujer acepte hacer una película porno le tienes que ofrecer un millón de dólares, pero que para que un hombre lo haga, sólo tienes que pedírselo. ¿Hombres y mujer nos enfrentamos al sexo de manera distinta?

Creo que es más frecuente que las mujeres conciban el sexo como un medio para alcanzar el poder. Para los hombres no tiene nada que ver con ganar poder. En todo caso, se concibe como una recompensa del poder que ya se tiene.

Hay dos leyendas urbanas que me gustaría saber hasta qué punto son verdad: una es la de los niños del porno, que dice que hay un montón de hijos de actrices fruto de las experiencias en rodajes. La otra es eso de que Hitler inventó las muñecas hinchables…

Ambas cosas se suponen que son ciertas, se las he oído a un montón de gente. He entrevistado a personas que pondrían la mano en el fuego por los hijos del porno. Y hay mucha documentación que recoge que las muñecas hinchables nacieron para evitar enfermedades venéreas.

En una entrevista con motivo de su anterior novela, Rant, me adelantó que para la promoción de Snuff en América quería llenar la calle de muñecas hinchables. ¿Pudo hacerlo finalmente?

Sí. Con miles.

¿Y ha utilizado las herramientas de Internet para promoción del libro?

La editorial colgó una entrevista que hice, una entrevista fingida con un travesti que actuaba como la protagonista del libro. Era todo falso.

En Facebook le tengo a usted como amigo… aunque sé que en realidad no es usted, sino uno de sus fans. ¿Qué le parecen las redes sociales?

Nunca he estado en Facebook. Envío muchas cartas, de forma tradicional, pero no tengo Twitter ni participo en las redes sociales.

Se reedita ‘El club de la lucha’. ¿Lo ha releído?

No lo he leído en años. De verdad. Cada vez que releo algo que he escrito siempre encuentro trozos que hubiera querido hacer de otro modo. Y me encuentro con cosas que no hubiera qerido poner, cosas excesivos. Solo me generaría frustración.

Pero entiende que sea el libro más querido por su público.

Sí, lo acepto y está muy bien, pero entiendo que se debe a que se hizo una gran película y que el libro no sería lo que es sin ella.

Un amigo me contó que el episodio que vivió cuando trabajaba con el guión con la gente de Hollywood. Era una historia increíble. ¿Puede contármela?

Tuve que ir a Los Ángeles, donde todo el mundo parece muy guapo, joven y bello. Y sabía que no podía competir con eso aunque lo intentara. Intenté utilizar una crema depilatoria, de esas que usan las mujeres para las piernas, e intenté utilizarlo para quitar todo el pelo de mi cabeza. Lo que pasó es que producto no me quitó todo el pelo, me dejó mechones sueltos, y me quemó el cuero cabelludo. Cuando intenté afeitarme con cuchilla esos mechones, la piel que ya estaba mal se cortó, se vino abajo. Así que cuando llegué a Los Ángeles tenía cortes en la cabeza, el cuero cabelludo quemado, todo infectado por la suciedad y pelo e hilos se me pegaba a la cabeza, porque la tenía muy pegajosa. Después de eso me preocupaba muy poco el aspecto que pudiera tener porque sabía que independiente me de lo que llevara puesto, iba a ser un aspecto terrible. Me di cuenta de que iba a ser el más feo de la sala, lo cual en cierta manera me liberó.

¿Hoy te preocuparía tanto tu imagen pública?

No. No.

En Rant, su estructura quería imitar el modo de edición de una película. ¿Qué ha intentado con Snuff?

He querido dar la sensación de que utilizaba cuatro cámaras diferentes: cada personaje era una cámara distinta. Por ejemplo: cada persona que cuenta lo que ocurre en una escena no participa en ella, sino que está observando, como una cámara, con lo que la perspectiva es distinta que si lo contara como si fuera parte de ella.

¿Sigue luchando contra el cine, la tele y los videojuegos como distracciones a un posible lector? ¿Con qué herramientas?

Lo primero: los libros son consumidos por una pequeña audiencia y de una manera individual, es una actividad solitaria. Es algo que uno hace solo. Y para poder leer un libro el lector tiene que tener cierto nivel de formación, de estudios. Además, los libros permiten contar cosas y temas de un modo diferente al que lo hacen otros medios de difusión que, además, se dirige a muchos tipos de públicos. El lector de libro es todo lo opuesto: lee un libro porque lo elige, no porque se lo sirven en bandeja. El público en otros medios está expuesto a ellos.  Los libros tiene otra ventaja: permiten costar una historia con un coste producción muy alto. Se puede correr el riesgo de contar una historia que una película no se podría permitir por su coste.

Y en los libros se pueden apreciar olores. Las películas está confinadas al sonido y al movimiento. Pero cuando se trata expresar y transmitir olores, sabores y texturas, lo tiene muy difícil. Pero un libro sí que puede transmitir esas sensaciones que producen los olores y sabores con gran eficacia. Las películas siempre se enfrentan a esto: ni el mejor de los actores puede transmitir elementos sensoriales con la eficacia de un escritor.

FOTO: Gabriel Pecot

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