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Entrevista a Dmitry Glukhovsky: «La ciencia ficción rusa no deja de ser un gueto que no tiene nada que ver con la gran tradición rusa»

In Apocalipsis YA, Gamefilia, Sci-fi, Versus on 8 enero, 2014 at 2:19 pm

Si alguna vez visitaste el Metro de Moscú, sabrás que lo que hay ahí, tan hondo y tan profundo, es un territorio casi mítico, ideal para la fabulación. Mitad museo y mitad prisión, es un espacio invertido como un palacio excavado boca abajo. Una pequeña ciudad perforada de túneles y bóvedas, marcada por los lujos y los secretos de un pasado glorioso que nunca volverá, como uno de los escenarios de Bioshock. Consciente de su potencial, el periodista Dmitry Glukhovsky (1979) lo escogió como coartada para desarrollar Metro 2033 (Timun Mas), una novela post-apocalíptica donde la humanidad se ha visto obligada a vivir escondida en la red del tren subterráneo de la ciudad rusa y extender una sociedad atomizada a lo largo de sus líneas y estaciones. La idea le ha funcionado más que bien: además de publicar Metro 2034, que no es exactamente una segunda parte, Glukhovsky ha «liberado» su universo para que otros escritores puedan contribuir a hacerlo crecer con sus historias. Ya hay al menos una veintena de novelas, incluidos un par de spin-off ambientados en Londres y en la Roma y Venecia del año 2033. Timun Mas acaba de publicar dos de ellas en España.

Y la cosa no para de crecer. Los derechos ya están en manos de la MGM para convertir la novela en película y, en 2010, Glukhovsky también colaboró en su salto a los videojuegos. Metro 2033, el videojuego, fue desarrollado por el estudio ucraniano 4A Games bajo la forma de un shooter en primera persona, aunque su claustrofóbica propuesta estaba más cerca del espíritu escóndete-y-huye de las dos adaptaciones de Las crónicas de Riddick o del horror-sobrenatural-con-linterna de F.E.A.R. que del libérrimo S.T.A.L.K.E.R. Atentos, porque hay segunda parte a la vista, Metro: Last Light, de la cual se pudo ver una demo en el E3. El autor estuvo en España la semana pasada, y nosotros aprovechamos para hacerle algunas preguntas.

Hablemos sobre el metro. Es un lugar familiar para un montón de gente que vive en grandes capitales y que tiene que cogerlo a diario para ir a trabajar o para volver a casa. Pero al mismo tiempo, es fácil imaginar extrañas historias en unos túneles donde nunca entra la luz del sol. ¿Podrías hablarme del metro como escenario y personaje fundamental en la serie Metro 2033?

No puedo imaginar un legado más impresionante, misterioso y casi milagroso de la época soviética que el metro de Moscú. De entrada, sus 170 estaciones están enterradas profundamente bajo tierra, todas están equipadas con puertas herméticas que convierten a cada una de ellas en un búnker real, pero, por otro lado, no se asemejan para nada a un búnker, sino más bien a una obra de arte, a un museo, glorificando y conservando para la eternidad una parte de la historia y la vida soviética. A esto súmale 200 búnkers reales militares y estaciones de metro secretas unidas por túneles secretos ubicados a pocos metros de las estaciones «normales» que millones de personas usan a diario… ¿Cómo no escribir sobre todo esto? Y sí: el metro no es solo un objeto, es un sujeto con vida propia vida. Con millones de dramas, sueños, miedos y pasiones bulliendo en su interior cada segundo, necesariamente absorbe una parte de la vida de la gente que lo coge a diario.

Hace unos años visité el metro de Moscú y me impresionó profundamente. Decían que algunas de sus estaciones llegaron a estar cubiertas de oro. Se escuchan tantas leyendas, que es difícil separar lo que hay de real y de legendario.

Como tantas cosas procedentes de la URSS, es lo que llamamos un «objeto de doble función». Mira las fábricas de macarrones, por ejemplo: los macarrones soviéticos fueron utilizados como medida estándar para hacer el calibre de los casquillos del Kalashnikov, así que, en caso de guerra, las fábricas de macarrones podrían convertirse con facilidad en plantas de munición. O eso al menos cuenta la leyenda. El Metro de Moscú nació para mayor gloria del estado soviético, para impresionar a los visitantes de la capital, pero al mismo tiempo ejercía la función de gigantesco refugio antiaéreo en el caso de que Rusia fuera atacada. Está claro que no es una infraestructura meramente utilitaria. Mejor compararlo con los grandes palacios y templos de la Antigua Roma que se levantaron para proyectar el poder del imperio.

Tu formación y experiencia son de periodista, un oficio que sigues ejerciendo. ¿Tiene tus historias alguna intención de reflejar conflictos sociales o políticos actuales? Y no me refiero solo a conflictos rusos. ¿Querías ofrecer una segunda lectura de algunos temas?

Metro 2033 toca de una forma metafórica diferentes asuntos importantes sociales y políticos, no solo rusos, sino universales: la xenofobia y el miedo al inmigrante, la propaganda de estado y la manipulación política, el adoctrinamiento religioso. La ciencia ficción es solo un disfraz. Un envoltorio dulce para una píldora amarga.

La crisis en Europa ha acentuado cierto pesimismo general. Mucha gente tiene la sensación de un desastre inminente. ¿Eres ahora más pesimista sobre nuestro futuro que hace diez años, cuando escribiste Metro 2033?

No puedo decir que sea un pesimista: más bien me tengo por una persona realista. Eso por eso que nunca planifico mi vida más allá de un año. Y siendo realista, cualquier cosa puede suceder, empezando por una ruptura en la Unión Europea y continuando por una guerra nuclear en Oriente Medio entre Israel e Irán. Mi lema es estar siempre preparado para lo peor: es la única manera en que la vida no pueda cogerte desprevenido.

Comenzaste a escribir Metro 2033 para su publicación en internet, aunque después de alcanzar popularidad la novela dio el salto «al papel». ¿Crees que sin la posibilidad que te da internet para encontrar tu propia audiencia, sin ese feedback que permite con los lectores y sin el efecto viral propio de la red hubieras tenido las mismas posibilidades de publicar?

Puse primero Metro 2033 en internet porque ninguna editorial quiso comprarlo. Ahora puedo decir que fue el destino lo que me empujó a ello. Todavía no es una decisión tan natural o tan obvia para un escritor, la mayoría de los cuales todavía se muestran celosos a compartir sus textos online, porque suele pensar que puede afectar a sus ventas. Pobres, tan conservadores. Así que monté mi propia web, colgué la novela y me limité a esperar como una araña a que los lectores cayeran en mi red atraídos por la historia. Aquello fue emocionante y desesperante. Con los primeros capítulos, vinieron dos o tres personas, una de las cuales fui yo mismo. Pero con el tiempo, la gente comenzó a compartir los enlaces y para cuando había terminado de escribir la novela, tenía un tráfico de unas 1.000 personas diarias. Fue entonces cuando volví a tantear a las editoriales y a ofrecerlas la novela de nuevo. Esta vez, tres de ellas se mostraron interesadas, así que pude decantarme por la mejor.

Desde entonces, la novela ha vendido 600.000 ejemplares en Rusia y ha sido traducida a 35 idiomas, pero nunca la he retirado de la web. Está todavía allí, gratis para quien quiera leerla. Calculo que unos cinco millones de personas la habrán leído online.

Para un escritor debería ser más importante ser leído que vender libros. Diablos, yo he empleado 10 años de mi vida trabajando en la historia y escribiendo la novela. Y se debe dar por supuesto que mi primer deseo es tener lectores, escuchar lo que piensan, saber lo que sienten. La escritura va sobre todo eso: interacción. Influir en las personas, contagiarlas con tu historia, manipular sus emociones. Me alimento de las emociones de los lectores, y cinco millones de almas humanas es un banquete más suculento que 600.000.

Admito que soy un adicto al feedback. No soy capaz de escribir un par de páginas sin compartirlas y obtener algún comentario. Y si hay grupos anónimos de gente de los que pueda obtener algo de respuesta, allí estaré yo. Para un escritor joven, no hay mejor manera de ser conocido y publicar que crear tu propia web. No publiques tus novelas en esas webs colectivas que se ofrecen como «una plataforma para la auto-publicación»: son como fosas comunes y nadie te va a sacar de ellas.

¿Qué relación hay entre Metro 2033 y Metro 2034? ¿Siempre tuviste la idea de escribir dos historias? ¿Habrá un Metro 2035 en los próximos meses?

En realidad, no están conectadas. O no son tanto la «Parte 1» y la «Parte 2» de algo, sino la «Parte 1» y la «Parte A»: son dos comienzos de dos historias diferentes. No tienen nada en común, más allá del personaje de Hunter y el escenario: el metro de Moscú. Cuando terminé Metro 2033 pensé que era su historia no debía ser continuada. Por eso que escribí Metro 2034 como una pieza separada e independiente. Incluso la escribí en un género diferente, y creo que es por eso por lo que decepcionó a muchos lectores. Tranquilos, gente: tengo noticias al respecto. Ya tengo una idea para Metro 2035. Y será algo que sirva como puente entre ambos libros y dé por finalizada la trilogía. No puedo adelantar nada. Pero espero empezar a trabajar en ello en primavera, justo después de terminar la novela con la que estoy ahora, The Future.

En este sentido, el universo Metro 2033 sigue creciendo sin tu intervención directa, después de que dieras la posibilidad a otros escritores de contribuir al mismo con sus propias historias. Como creador/escritor, ¿qué obtienes con ello? ¿Estas ejerciendo algún tipo de tutoría o de «comisariado» del material que se publica? Por ejemplo: ¿les has dado a estos autores algunas reglas básicas que deben respetar? 

Para ser sincero, la razón principal por la que empecé este proyecto fue atraer más gente al metro, sacrificarla en nombre de Metro y ganar mi libertad con ese sacrificio. Los lectores seguían pidiéndome más libros una vez concluí Metro 2034, pero eso hubiera sido como violarme a mí mismo, escribir una historia que no existía solo por el hecho de tener contentos a mis lectores o a mi editor. Me da miedo convertirme en un esclavo de por vida de una buena idea que tuve cuando era adolescente. No quiero que en mi lápida el epitafio sea «Fue el autor de Metro 2033», en fin. Espero crear algo más por lo que ser recordado.

Al mismo tiempo, los jóvenes autores que escribían fanfiction en la web seguían preguntándome si ellos podrían publicar sus historias en algún momento. La solución más inteligente a todo eso fue presentar estos autores a mis lectores y dejar que unos saciaran a otros, mientras reservaba para mí el modesto papel de un demiurgo de este universo. Y gracias a esas series, he podido crear nuevas cosas fuera de Metro, he podido ver algo de luz y escribir cosas completamente diferentes. Y eso es lo que estoy haciendo ahora.

Las reglas del universo Metro 2033 son muy simples, apenas ocupan una hoja. El año es siempre 2033, en un mundo post-nuclear en el que no se explica qué es lo que pasó. No usar mis personajes, que cada uno cree los suyos propios. Sin aliens, sin elfos ni enanos, y nada de viajes en el tiempo. Solo describir la parte del mundo que puede observar tu personaje con sus propios ojos. No salves a la humanidad ni la destruyas. Eso es todo. ¡A por ello!

Fans que ejercen el boca-oreja te permitieron publicar, y fans que escriben ficción. En tu caso, ¿cómo valoras el trabajo del fandom en tu éxito?

No soy nada sin el fandom, está claro. Ellos me mantienen, me alimentan con sus sentimientos. No soy el tipo de persona que escribe para guardar sus textos en un cajón. No quiero ser ignorado en vida y ser descubierto doscientos años después de mi muerte. No tengo paciencia suficiente para eso.

¿Te interesan los videojuegos como forma para contar historias? Creo que, en el caso de Metro 2033, el videojuego ha complementado de una manera única lo narrado en la novela: el mapa de metro es un entorno perfecto para explorar y desarrollar una historia asfixiante, lleno de túneles oscuros y pasillos en los que incluir elementos de horror, además de escenarios propios de la ciencia-ficción, personajes ambiguos y todo ese enigma post-apocalíptico sobre qué diablos ha pasado fuera.

Considero los videojuegos como una forma de arte tan nueva como el cine lo fue una vez. Y pueden ser una mierda desesperante, lo mismo que hay películas que son una basura. Pero pueden llegar a ser obras maestras: mira Syberia, de Benoît Sokal. O Silent Hill. Te sumergen en sus realidades de manera mucho más eficaz que cualquier película y llegan a «tocarte» más profundamente.

Con frecuencia, de lo que suelen carecer los videojuegos es de una buena historia, personajes realistas y un conflicto dramático potente. En su momento fueron creados para adolescentes y los adolescentes solo quieren acción. Pero, eh: las cosas están cambiando. Yo también fui adolescente y ahora tengo 33. Y como yo, hay muchos jugadores que empezaron a jugar precisamente con Wolfenstein 3D y Doom. Si la historia no tiene un conflicto interesante, simplemente me aburren. Los desarrolladores están empezando a entenderlo. Aunque leeeentamente.

Obviamente, en el proceso de adaptar un libro a un videojuego cambias muchas cosas, otras directamente las eliminas. Es inevitable: los juegos son sencillamente una forma diferente de vida, la adaptación es interpretación, no corta-y-pega. Pero adaptar libros a videojuegos tiene una finalidad: permite devolver a los jugadores a la lectura. Mucha gente que ha leído Metro 2033 llegó a la novela gracias al juego. Por eso siempre digo que estaría muy bien hacer un Call of Duty basado en Guerra y Paz de Tolstói para promover la lectura en los jóvenes.

¿Puedes adelantar algo sobre la adaptación al cine de Metro 2033?

Los derechos de Metro 2033 los tienen los estudios Metro Goldwyn Mayer en Los Ángeles. Y le han dado el proyecto a Mark Johnson, productor de Narnia y Breaking Bad. Ya tienen un guionista y aseguran que la película saldrá adelante. Y eso es como si un gigoló se promete en matrimonio con una chica tras su primera noche. Yo soy la chica, así que estoy emocionado.

¿Te interesa la ciencia ficción como lector?

Solía leerla cuando era niño y adolescente, hoy en día encuentro la mayoría de la ciencia ficción increíblemente aburrida. Cuando tienes 14, todo lo que te pide el cuerpo son aventuras. Cuando tienes 30, estás más interesado en las relaciones personales, los conflictos entre personajes, el drama en general. Es sencillamente una evolución personal, tiene que ver con hacerse mayor. El 95% de las novelas de ciencia ficción son sobre huir, disparar y esconderse (además de incluir personajes femeninos de increíble valor y grandes tetas que suelen estar tan vivas como muñecas hinchables). Leo el otro 5%: Ray Bradbury, Stanislaw Lem, los hermanos Strugatski. La literatura.

Pero yo no considero Metro 2033 como ciencia ficción. Es una imposible mezcla de géneros: distopia, urban fantasy, crítica social, sátira política y novela de iniciación. Todas mis historias son así. Ceñirse a un solo género es algo muy incómodo para mí: es como llevar una camisa de fuerza en un manicomio. Y ya sabes, cuando estás en un manicomio, siempre quieres libertad.

¿Te sientes parte de una escena de escritores de género en Rusia? ¿Podrías recomendarnos algunos autores con los que te identifiques?

Te diré una cosa: los escritores rusos de ciencia ficción moderna no son como yo, así que yo no soy como ellos. Ellos creen que yo escribo mierda comercial y que es una vergüenza que occidente piense que yo soy el que representa la ciencia ficción rusa, que no deja de ser un gueto y que no tiene nada que ver con la gran tradición rusa de ciencia ficción. A ninguno de estos autores, dicho sea de paso, ni siquiera les interesa tratar conflictos políticos o sociales de la actualidad. Así que que les jodan, no escucharás un solo nombre de mi boca.

Publicado originalmente en Mondo Píxel el 10/10/2012

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